Con el bambú, por ejemplo, se obtiene el rayón, la primera fibra artificial que apareció a finales del siglo XIX, gracias a la aplicación de diversos productos químicos agresivos, como el disulfuro de carbón, que impactan negativamente en el medio ambiente.
En el cultivo de lana, hay toda una historia de crueldad animal aterradora. Se cría a las ovejas en granjas con condiciones nada amigables y luego se les esquila sin compasión alguna.
Por su parte, en el caso de la viscosa, una fibra que se saca de la celulosa de los árboles, la producción masiva requiere la deforestación de cientos de hectáreas de bosques, lo que contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero y la pérdida de la biodiversidad, entre otras cosas.