La cantidad de agua que se utiliza para plantar y procesar el algodón necesario para elaborar apenas un pantalón vaquero, es la misma que consume un ser humano a lo largo de 10 años: 10 mil litros. Para confeccionar una camiseta, más de 2 mil litros de agua.
Por si esto resultara nimio, un nefasto dato adicional: los grandes cultivos de algodón, ese que demanda ingentes cantidades de agua, están saturados de agroquímicos. Anualmente esta industria demanda, a escala planetaria, el 11% de los pesticidas y el 24% de los insecticidas.
Más números que encienden alarmas. Según la Agencia Estadounidense de Protección Medioambiental (EPA por sus siglas en inglés), más de 14 mil toneladas de ropa acaba en vertederos o son incinerados, esto representa un 731 por ciento más que en 1960, y aunque también se recicla más, mucha ropa acabará siendo basura. Otro tanto ni siquiera será usado. Irá del armario al contenedor de desechos.
Hasta hace poco tiempo, la industria del vestido producía cuatro colecciones de ropa al año, una por cada estación. En la actualidad se lanzan colecciones todas las semanas, lo que aumenta la cantidad de recursos naturales y humanos necesarios para mantener el ritmo de la producción de un modelo de negocio que se encuentra fundamentado en el consumo desmedido.
La producción de estas prendas de vestir es de muy baja calidad, con un periodo de vida útil muy corto, lo que conduce a producir más para seguir alimentando la voracidad de un mercado que debe comprar nuevas prendas que sustituyan a las deterioradas. Es este un ciclo que se repite muy rápido, a una velocidad que resulta catastrófica para el medioambiente y la sostenibilidad.
A estas características propias de la industria del fast fashion se le debe sumar el papel que juegan los medios de comunicación y la industria cultural. Desde distintas plataformas comunicacionales y las redes sociales se promueve el consumo de moda, sobre todo entre los más jóvenes, como una forma de pertenecer a colectivos que gozan de cierto prestigio. La industria de la moda rápida satisface esa demanda de aprobación social produciendo ropa a la moda a precios asequibles.