Cuando los gases de efecto invernadero están en su justa medida, en pequeñas concentraciones, los seres vivos pueden crecer y desarrollarse. Sin ellos, el mundo sería un desierto helado. Que suerte contar con ellos, ¿verdad?
Pero desde hace muchos años, la cantidad de estos gases en la atmósfera ha aumentado exponencialmente gracias a actividades promovidas por la Revolución Industrial. Estas, si bien han dado paso a grandes avances, especialmente en materia de movilidad, higiene y limpieza, han acelerado una amenaza latente: el cambio climático.
Ahora bien, como no todos los gases de efecto invernadero tienen el mismo origen ni el mismo tiempo de permanencia en la atmósfera, la incidencia de cada uno de ellos también varía.