Las islas artificiales se han levantado, en la mayoría de los casos, con la promesa de la expansión poblacional, con la instalación de hoteles de lujo para recibir turistas de todo el mundo e incluso, como áreas, privadas claro está, para huir de los estragos del cambio climático, y en China, específicamente, con un propósito más que comercial, político.
Pero, aunque pinten de buena intención, estas construcciones son nocivas para el entorno natural donde se han establecido y esto es así no solo en el gigante asiático, sino también en Austria, Bulgaria, Bolivia, Canadá, Dinamarca, Dubái, Estados Unidos, Holanda, Japón, Panamá, Perú, Polonia, Reino Unido, República Dominicana y cualquier lugar del mundo, simplemente porque las ansias de poder y riqueza restan atención a cómo se construyen las islas artificiales, lo que prima es el interés económico, territorial y político.