El cultivo de la tierra es una actividad primordial para la producción de alimentos, pero aunque no lo creas también puede contribuir a la contaminación del ambiente, de los alimentos y de las plantas. Muchos fertilizantes y pesticidas contienen estos agentes en su composición y cuando se utilizan sin los controles apropiados pueden contaminar el suelo, las aguas y los alimentos producidos.
Una fuente de contaminación invisible durante el cultivo de la tierra y, que no debe menospreciarse, es el uso de agua contaminada con estos metales para el riego de los cultivos.
Es preocupante la presencia de altas concentraciones de mercurio, arsénico, plomo, cadmio, zinc, níquel y cromo en hortalizas como coles, calabazas, lechugas, así como en alimentos lácteos y cárnicos. También en los alimentos de origen marino (mariscos, moluscos y ostras) está causando mucha alarma la presencia de altas concentraciones de cadmio y mercurio.
Las plantas silvestres también se contaminan cuando se desarrollan en estos entornos contaminados. La biotecnología aprovecha la capacidad que tiene algunas plantas de extraer del ambiente y acumular en sus tejidos grandes cantidades de metales pesados, este proceso se denomina fitorremediación.
Un aspecto que hace más complicado el control de esta contaminación química es que estos elementos son transportados a otros sitios por el aire y el agua. Por ejemplo, el lodo tiene una alta capacidad para absorber el cadmio y puede transportarlo a grandes distancias de su lugar de origen.