Una característica que convierte estas sustancias en un gran peligro para la salud humana y animal es su toxicidad a muy bajas concentraciones. La exposición a estos compuestoss produce cáncer, daños al sistema nervioso y enfermedades asociadas al sistema inmune. También ocasionan alteraciones hormonales que desencadenan diversas patologías que incluyen desordenes reproductivos.
La acción dañina de estos contaminantes también amenaza la salud de la mujer gestante y su hijo porque pueden atravesar la placenta, llegar hasta el feto y producir la alteración de su desarrollo. Su efecto se prologa hasta después del nacimiento del niño porque son excretados en la leche materna.
Muchos expertos en esta materia opinan que esta situación afecta el derecho de la mujer de proteger su salud reproductiva y de producir generaciones saludables.
Estos agentes contaminantes también afectan la salud general y reproductiva de los animales. Principalmente causan daños en el funcionamiento de glándulas tan importantes como la tiroides y alteración de la función de las hormonas.
Cuando las hormonas funcionan mal se alteran muchas funciones del organismo del animal, entre ellas, la reproductiva. Por esta razón en animales con altos niveles de COPs se producen alteraciones reproductivas como la masculinización de las hembras y la feminización de los machos.
Los animales de granja acumulan grandes cantidades de estos contaminantes en su tejido graso y los excretan en la leche, ocasionando su aparición en los alimentos de origen cárnico y lácteo.
En la naturaleza este punto es muy importante porque estos contaminantes aumentan su concentración a medida que van subiendo en la cadena alimenticia. Esto quiere decir que los animales más grandes que se alimentan de otros más pequeños que han sido contaminados son los más afectados porque van concentrando una mayor contaminación en su cuerpo al comérselos.