Las dioxinas están presentes en prácticamente todos los ambientes: suelo, lodos, ríos, mar, aire, etc. Estos contaminantes son producidos durante procesos industriales como el blanqueamiento de papel que utiliza cloro y en la elaboración de plaguicidas. También se producen naturalmente en procesos que implican altas temperaturas como las erupciones volcánicas y los incendios forestales. Se considera que la incineración descontrolada de desechos sólidos es una de las principales fuentes de dioxinas en los entornos urbanos.
Debido a que las dioxinas se encuentran en todas partes, se habla de una exposición de fondo y cierta concentración en nuestro organismo que no genera patología. La alteración de la salud se produce cuando la exposición y concentración en el organismo aumenta. Aunque toda la población es sensible a la contaminación con dioxinas, se considera que el feto y el lactante son los más vulnerables debido a que se encuentran en fase de desarrollo.
Cuando la mujer embarazada se expone a altas cantidades de dioxinas el niño puede nacer con problemas nerviosos, inmunológicos, hormonales y defectos congénitos en su aparato reproductor, incluyendo los órganos genitales.
Los alimentos de origen cárnico y lácteo son unas de las principales fuentes de contaminación de dioxinas para el humano, por eso, los organismos reguladores de muchos países recomiendan la detección de dioxina en estos alimentos.
Algunos consejos para disminuir la exposición a las dioxinas incluyen: retirar la grasa de la carne y consumir leche desnatada o con bajo contenido en grasa.