Mientras unos se encargan de extraer, saquear y destruir los bienes naturales (petróleo, minerales, bosques, biodiversidad, conocimientos, etc.); otros padecen sus consecuencias (contaminación, acceso restringido o nulo a los servicios públicos, ambientes tóxicos o peligrosos, e incluso, trabajo mal pagado).
Tal es el caso de los países del Norte, que por lo general no tienen los recursos suficientes para satisfacer sus demandas, pero sí la capacidad tecnológica para explotarlos. Ellos importan y explotan todo cuento pueden del Sur, valga decir, de una forma insostenible y destructiva, contaminando, destruyendo el patrimonio natural, apropiándose de las tierras e incentivando la pobreza, la hambruna, las migraciones y hasta las enfermedades.
De modo que los primeros (los del Norte) son los deudores, los que pagan precios bajos por los recursos y transfieren sus pasivos ambientales. Y los segundos, (los del Sur), los acreedores de la deuda ecológica.