Aunque no falta quien atribuye esta situación al cambio climático, es innegable que la actividad humana es la mayor culpable. Como siempre, el hombre en busca del beneficio económico termina poniendo en peligro el equilibrio natural del planeta. Y el Mar Muerto no ha quedado exento.
Esta contracción se debe principalmente a dos factores: el desvío de fuentes de agua y la extracción de minerales.
El clima árido del lugar y las escasas precipitaciones aumentan la necesidad de irrigar las granjas y alimentar a la población. Para satisfacer esa demanda por el agua, Israel realizó una serie de represas, canalizaciones y estaciones de bombeo del Río Jordán, principal afluente natural del Mar Muerto, que impidieron desde entonces el flujo de agua al lago salado. Siria y Jordania no se quedaron atrás y también redireccionaron el agua del Jordán para el riego de diferentes proyectos agrícolas y desarrollos residenciales.
Por eso, la entrada de agua al Mar Muerto es muy escasa. Según la organización ambientalista EcoPeace, el Mar Muerto solo recibe 5% del agua que anteriormente lo nutría. Y al no tener efluentes (no tiene salida al mar), el agua que recibe queda retenida en su espacio, no circula y por las altas temperaturas, se evapora.