En 1999, el Programa Medioambiental de Naciones Unidas advertía, que “el rumbo actual es insostenible, posponer las acciones ya no es una opción”. En adelante, muchas voces han replicado este mensaje y afortunadamente algunas comunidades han comenzado a empoderarse y tomar cartas en el asunto, están apostando por la economía circular y su inserción en las llamadas ecoaldeas.
Según Robert Gilman, fundador del Context Institute y autor del libro Ecoaldeas y Comunidades Sostenibles, “una ecoaldea es un asentamiento humano, concebido a escala humana, que incluye todos los aspectos importantes para la vida integrándolos respetuosamente en el entorno natural, que apoya formas saludables de desarrollo y que puede persistir en un futuro indefinido”.
Puede decirse entonces que las ecoaldeas son pequeñas comunidades autosuficientes, que trabajan en función de la sostenibilidad para lograr la máxima productividad de los recursos naturales y la reducción de los niveles de contaminación ambiental. En ellas, cada integrante es capaz de cubrir sus necesidades vitales diarias de alimentación y energía; y en la medida de lo posible las de salud, estudio, trabajo y ocio.
Se presentan como una forma de vida alternativa, alejada del extremo consumismo, la dependencia energética y la alimentación industrializada, que promueven el respeto y la restauración del ambiente. Por eso se apoyan en la bioconstrucción, la permacultura, los huertos ecológicos, la recolección de agua de lluvia, el compostaje, el uso de las energías renovables, entre otras prácticas orientadas a la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.