Reforestar a escala planetaria, de manera sistemática, implica ir en contra de muchos intereses políticos y económicos, además del colosal esfuerzo logístico que una tarea así involucra. Los autores del trabajo hacen hincapié en que el estudio no representa una acción que se pueda poner en marcha de manera inmediata pero sí puede ofrecer una hoja de ruta para emprender tareas de reforestación efectivas.
Desde el sector académico se han emitido algunos cuestionamientos con respecto a la reforestación como herramienta para la lucha contra el cambio climático. Estiman algunos investigadores de la Universidad Andrés Bello de Chile que desde el sector forestal se promueve la siembra de monocultivos de pino y eucalipto, que son especies de rápido crecimiento pero que no son muy eficientes para capturar CO2, como sí lo hacen los bosques nativos.
En la misma línea, señalan los estudiosos también que el estudio liderado por Jean-Francois Bastin, omitió un dato bastante significativo e importante: los bosques de coníferas que se encuentran en las zonas australes y de alta montaña, absorben más energía del sol y emiten más calor que algunas áreas sin árboles.
Otras voces escépticas aseguran que el beneficio de la reforestación solo podrá ser cuantificado cuando haya transcurrido un tiempo bastante considerable, el que se toman algunas especies vegetales para alcanzar la madurez y es entonces cuando podrían ofrecer un servicio de recolección de carbono.
A la anterior afirmación se le suma una advertencia emitida en el blog The Conversation, donde puntualizan que para alcanzar la meta de capturar 200 gigatoneladas de carbono tendrán que transcurrir cientos de años antes de que ese objetivo sea una realidad.