Comencemos por conocer a Ulises. Él es un semidiós de la mitología griega que tuvo que afrontar diversos peligros lejos de los suyos. Ese distanciamiento, según narra Homero en la Odisea, le hizo pasarse “los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente” (Odisea, canto V, 150).
Esa odisea que vivió el personaje griego en su periplo por el Mediterráneo hoy se relaciona con el estrés migratorio, ese malestar emocional causado por una separación forzada, en ocasiones, por situaciones extremas.
El Síndrome de Ulises o Síndrome del inmigrante, término acuñado por el psiquiatra Joseba Achotegui en la década de 1990, habla de una realidad que viven millones de personas de carne y hueso en todo el mundo, personas que hoy luchan por vivir, con miedo a la soledad y la desesperanza.
Cada vez son más las personas que deciden migrar, pero no todas están preparadas para afrontar la carrera de obstáculos que supone hacerlo: