De acuerdo al informe de la oficina de la ONU, las tormentas se han convertido en un fenómeno meteorológico constante que azota a la región latinoamericana y caribeña, precisamente esa frecuencia así aún más difícil que los países puedan recuperarse con más éxito de los daños.
Un ejemplo de ello es Dominica, país caribeño que en 2017 aún no se había recuperado de los cuantiosos daños que había dejado la tormenta tropical Erika, cuando ya tenía que hacerle frente al huracán María, que dejó un saldo mortal de 64 personas y afectó a toda la población que hacía vida en la isla, dejando un alto impacto económico que superó los más 800 millones de dólares.
Si volvemos al 2015, es importante centrarse en un dato abrumador para algunos, y es que las tormentas débiles suelen ser igual de dañinas que las fuertes, así lo comprobó Dominica.
Cuando Erika llegó a ese país lo hizo con vientos sostenidos de apenas 80 kilómetros por hora, pero lo que le faltaba en intensidad le sobraba en lluvias, provocando inundaciones y deslizamientos. El resultado final: 20 muertos, el 40% de la población afectada y daños valorados en 483 millones de dólares, una cantidad que equivale al 90% del producto interno bruto de ese país.
En los últimos 20 años países como Cuba, Haití y México han sido afectados por 110 tormentas, que han provocado la muerte de 5.000 personas, dejando a 29 millones siniestradas y daños valorados en 39.000 millones de dólares.
La mayoría de esas muertes, el 85% específicamente, se produjeron en Haití, que tiene en su espalda el duro peso de ser el país más pobre y vulnerable de El Caribe.