Aunque su empleo está prohibido, aun es posible encontrar equipos de refrigeración en los que se hayan utilizado clorofluorocarbonos y, por consiguiente, es posible también que estas sustancias químicas estén merodeando a nuestro alrededor.
Hay quienes aseguran que, si se inhalan o se consumen, pueden llegar a provocar dificultad respiratoria, cefaleas, temblores, convulsiones, alteraciones digestivas (náuseas, vómitos, diarrea), también en el sistema nervioso central, en los riñones, hígado y alteraciones del ritmo cardíaco. Esto puede terminar en asfixias e incluso, la muerte. Y que, además, si se está en contacto físico con ellas, puede provocar irritaciones en la piel como la dermatitis.
La NOAA alerta además que sus efectos en la atmósfera pueden elevar los riesgos de cáncer de piel en los seres humanos y causar daños genéticos en muchos otros organismos vivos.