El afán del hombre por expandir la ganadería, la actividad minera y la urbanización en las zonas naturales deja sin hogar a millones de especies animales y vegetales. Es una realidad que también alcanza a los koalas. En cientos de hectáreas de tierra donde antes había eucaliptos ahora hay asentamiento urbanos que perturban su existencia gracias al ruido, el tránsito vehicular, los pesticidas y la presencia de otros animales salvajes y domésticos.
Regiones enteras han quedado sin árboles gracias a la tala y quema, la degradación del suelo, la disolución de los nutrientes del terreno, cambios en la composición de la vegetación y la erosión. Esto deja a los koalas desorientados, sin alimento, sin cobijo ni resguardo, y los hace más propensos a enfermedades respiratorias, digestivas y urogenitales, úlceras de estómago, cánceres, deshidratación y atrofia muscular. Esto les genera estrés, afecta su tasa de reproducción y los puede llevar a la muerte.
Y no siendo suficiente, tal degradación nos deja a todos sin fábricas de oxígeno y sin almacenes de carbono.