Yemen es el país más pobre de la Península arábiga, desde hace media década está sumido en una cruenta guerra interna.
De acuerdo a la ONU, Yemen enfrenta en la actualidad la peor crisis humanitaria que se registre en el mundo y se debe a la intervención armada que hiciera en 2015, Arabia Saudita y sus aliados.
Este país padece actualmente una escasez de agua, a diario niños, jóvenes, adultos y ancianos deben recorrer largos trayectos en busca de un poco de líquido que les permita cubrir sus necesidades básicas.
Pero existe otra realidad latente, el agua que se consigue es generalmente insalubre.
Una realidad que contrasta con lo que se vive hoy en día en el mundo, donde gobiernos, medios de comunicación y diversos sectores invitan a la sociedad a lavarse con frecuencia las manos para frenar los contagios por COVID-19.
Pero ¿cómo cumplir con esta recomendación?
Este tipo de realidades hacen cada vez más apremiante la necesidad de democratizar el acceso a este vital líquido, el acceso al agua no debería verse como un negocio, sino como lo que es: un derecho.
Si bien el país afortunadamente no registra de momento ningún caso de infección por COVID-19, la Organización Mundial de la Salud, OMS por sus siglas, se preocupa por lo que pudiera ocurrir de llegar la enfermedad a un país donde el acceso al agua es escaso.