András Zlinszky y su colega Anders Barfod, científicos de la Universidad de Aarhus, monitorearon 22 especies de árboles para probar cómo y cuando se producían cambios en la forma de sus copas. En el proceso descubrieron detalles verdaderamente interesantes.
El estudio que fue publicado en New Scientist reveló que los árboles experimentan cambios periódicos no solo en su forma, sino también en la presión del agua que retienen.
Gracias al uso de un escáner terrestre, estos expertos en biociencia, demostraron que incluso en las noches, los árboles tenían un pulso que latía por todo su cuerpo. Uno que, aunque no era igual al latido cardíaco de los seres humanos, pues ellos no tienen un corazón, sí que cumplía la misma función: bombear y distribuir líquidos al resto del cuerpo.