Desde 1960 los asuntos ambientales comenzaron a cobrar importancia. La preocupación por los altos niveles de contaminación se hizo presente en multitudinarias protestas y agendas gubernamentales. Fue tal la presión social que en 1972 Suecia celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, en 1988 se creó el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) para recabar y evaluar toda la información científica existente hasta el momento acerca de las variaciones climáticas y para que ofreciera recomendaciones a los países afectados. Dos años después, presentó su primer informe y la Asamblea General de las Naciones Unidas preparó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
A partir de entonces, el cambio climático ha sido el epicentro de infinidad de debates y discusiones, y han proliferado mecanismos políticos para tratar de reducir sus causas y minimizar su impacto. Uno de ellos es el Protocolo de Kioto. Entró en vigencia en el 2005 y en el 2012 se decidió extender su aplicación hasta el 2020, con la intención de recortar las emisiones de carbono. Pero la necesidad de descarbonizar la economía mundial llevó a organizar nuevas propuestas, y es por ello que nace el Acuerdo de París.