Añadir material genético, de un animal o planta, a un organismo para cambiar su forma, tamaño, color o resistencia, es lo que hace la ingeniería genética bajo la excusa de mejorar los productos de consumo humano y satisfacer la creciente demanda de alimentos. El maíz, los champiñones y el arroz están en la lista de alimentos transgénicos más comunes. Pero no son los únicos, cada vez hay más. Esta vez nos ocupan los tomates, uno de los vegetales más populares del mundo. Sí, los tomates también están siendo editados, modificados.
El tomate, o jitomate, tiene su origen en Centro y Suramérica y por la diversidad de usos que se le da en la cocina, ha llegado a las mesas de todo el mundo. Fresco o procesado, en salsa, puré, jugo, deshidratado o enlatado. Es posible encontrarlo en todos los mercados.
Naturalmente, posee una gran cantidad de propiedades y nutrientes que lo han hecho casi indispensable en nuestra alimentación. Pero nunca falta quien quiera “mejorar” todo, incluso los tomates.