No podría ser diferente si desde el mismo origen de los aparatos electrónicos el uso de combustibles fósiles ha estado presente.
De acuerdo con datos publicados en Nature, los centros de datos contribuyen en 0,3% a la generación de las emisiones globales de carbono, y el sector de las tecnologías de la información y la comunicación, 2,5%, tanto o más que los vuelos comerciales. De hecho, una publicación de la BBC, dice que equivale al consumo energético de una flota de Boeings 747.
Para la fabricación de un smartphone se requiere de mucha energía, de minerales escasos y de procesos extractivos costosos y muy contaminantes. Y usar dicho aparato para navegar en la red puede significar el consumo de 130 kg de carbono por año, lo que es igual a conducir unos 740 km en auto.
Por otra parte, Amazon, el gigante de las compras por Internet, ha sido acusado en diversas ocasiones por atentar contra la salud del planeta. En el año 2017, Clicking Clean indicó que Amazon usaba 26% de energía nuclear y 30% de carbón para satisfacer su demanda, mientras que las energías limpias solo representaban 17%.
Hay otros datos que aseguran que el envío de 33 correos electrónicos por semana genera 136 kilos de CO2, y que realizar dos búsquedas en Google puede llegar a producir la misma cantidad de Dióxido de Carbono que una tetera que hierve una taza de té. Otros apuntan que usar un USB produce 80 kilos de CO2 si es empleado para revisar un documento que tenga en promedio unas 200 páginas.
Por ello, Margrethe Vestager, está convencida de que la lucha contra el cambio climático debe estar acompañada de soluciones digitales y que además es necesario “desarrollar tecnologías con el New Green Deal para minimizar el consumo de energía y mejorar la eficiencia energética”