Las toxinas del tabaco generan daños acumulativos en el cuerpo, pero una vez que se deja de fumar, muchos de ellos pueden revertirse. Algunos en el minuto siguiente de haber fumado el último cigarrillo.
Varios estudios afirman que 20 minutos más tarde, el ritmo cardíaco del exfumador se normaliza y la presión arterial llega a los valores normales y que a las 12 horas, también lo hace el nivel de monóxido de carbono en la sangre.
Aproximadamente un mes después de haber dejado los cigarrillos, mejora la circulación y la función pulmonar comienza a mejorar hasta en 30%, según la experta de IMQ Prevención, Esther Enales, pues estos órganos se van desintoxicando, se van liberando de la nicotina y el monóxido de carbono.
Ahora bien, hay células que no son afectadas por los químicos del cigarrillo y que son capaces de regenerar, de curar, los pulmones. Esas que se mantienen ilesas y evitan la completa devastación genética, al ir creciendo y remplazando “mágicamente” a las células dañadas, logran revestir las vías respiratorias. Un estudio reveló que la cantidad de esas células sin daños, es cuatro veces más alta en los exfumadores que en los fumadores. Además, resultaron ser genéticamente equivalentes a las de los no fumadores, demostrando que es posible la regeneración pulmonar y la recuperación de células dañadas por el tabaco. Esa es la conclusión a la que llegó un estudio del Wellcome Sanger Institute y del University College London (UCL), publicado en la revista Nature, tras haber evaluado a un grupo de 16 personas (3 fumadores, 6 exfumadores, 4 adultos que nunca habían fumado y 3 niños) a fin de determinar la potencia mutacional del tabaquismo.