Estos minúsculos trozos plásticos hallados ahora en zonas polares suponen una amenaza para la vida marina, incluso en las aguas más remotas del planeta.
Cualquier organismo puede ingerirlos. Algunos pueden morir por asfixia, otros por inanición; pues el plástico puede obstruir sus sistemas digestivos, y los que tienen más suerte quedan atrapados en él.
En el océano Pacífico, por ejemplo, se han encontrado evidencias de acumulación de resinas químicas en lobos marinos antárticos, muchos alimentados con pescado contaminado.
Los microplásticos pueden permanecer en el cuerpo de los animales y pasar fácilmente a la cadena alimentaria. Esto, sin dudas, pone en riesgo la vida de otros seres, desde el zooplancton hasta los depredadores como los osos polares, sin dejar de lado a los humanos.