Su intención, es que “cuando la gente contempla una de mis fotografías, me gustaría en realidad que no vieran allí algo representado. Preferiría que vieran cómo algo llega a representar otra cosa”. De modo que con sus obras más que mostrar lo que se puede hacer con un objeto reciclado, lo que ha intentado es reflejar cómo nuestra sociedad se ha convertido en una masa desigual de consumo y despilfarro de todo cuanto nos rodea.
Sus obras no son simplemente expresiones artísticas para el disfrute visual, son llamados de atención, de reflexión, de acción, de acercamiento y de ayuda.
Este artista brasileño se caracteriza por su solidaridad y fuerte compromiso social. Antes de ser tan conocido como ahora, denunció el trabajo infantil en las plantaciones de azúcar en la isla St. Kitts, en el año 1996. En ese momento, no usó objetos reciclados, sino precisamente los granos de azúcar que tanta alegría paradójicamente causaba en los niños y que era sinónimo de trabajo devastador para los adultos.
Muniz ahora no solo se dedica a la fotografía, también hace parte de una escuela de arte y tecnología para niños de bajos recursos que funciona en Río de Janeiro, Escola Vidigal es su nombre.
Sus trabajos le han hecho merecedor de varios reconocimientos, entre los que resaltan el que le fue otorgado por la Unesco en el 2011 al designarlo Embajador de Buena Voluntad; y el que le concedió el Foro Económico Mundial en el 2013, el Premio Cristal, por entrar en la lista de artistas que trabajan a favor de mejorar la calidad del mundo.
Darles una nueva vida a los residuos es reinsertarlos en la sociedad, es revalorizarlos, es cultivar una nueva forma de consumo, más responsable y menos contaminante. Necesitamos más personas como Vik Muniz, como Julián Jumalon en Filipinas y quienes han seguido sus pasos en la llamada técnica del “lepido-mosaico” para crear cuadros de paisajes y retratos a partir de las alas de mariposas muertas para darles una nueva vida y recordarnos cuánto daño hacemos a sus hábitats.
Sin dudas, necesitamos de más personas que abran nuevas ventanas hacia otros mundos que muchas veces son invisibles aun cuando los tengamos al frente de nuestras narices.