La explotación de tierras raras genera niveles de contaminación muy preocupantes. La generación de material radioactivo, como el torio o el uranio, dañan suelos y ecosistemas próximos al sitio de extracción. Esto sin duda va a afectar a las comunidades aledañas que dependen de la producción agrícola y animal para subsistir.
Los materiales usados para la extracción de tierras raras son contaminantes de primer orden para las fuentes de agua. Al encontrarse asentamientos y comunidades en las proximidades de la mina, las enfermedades no se harán esperar. Lamentablemente la afectación no es solo local. Gracias a los procesos meteorológicos e hídricos, la contaminación llegará a zonas muy alejadas del foco principal.
Dado los niveles de consumo que se observan, y que no parece que puedan cambiar en un futuro cercano, hace falta la toma de conciencia. No es posible, en términos medioambientales, mantener el ritmo de consumo de tecnología que se tiene en la actualidad.
El uso de tierras raras en la tecnología debe reservarse para artefactos que redunden en el bienestar para la mayor cantidad de individuos posible y que puedan ser reciclados posteriormente. Aparatos de iluminación de bajo consumo, artefactos para la medicina, paneles solares o coches eléctricos son más necesarios que cambiar el smartphone todos los años o unos auriculares desechables.
El número de teléfonos y dispositivos móviles como tablets, iPods supera holgadamente al número de seres humanos. Hace falta preguntarse hasta qué punto son necesarios y cuál es el costo que el planeta está pagando por ellos.
La extracción y la explotación de tierras raras comportan un alto costo que no se refleja precisamente en la factura de la compra del último gadget.