Según estimaciones hechas en el año 2019 por la Plataforma Intergubernamental de Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), y avaladas por la Organización de las Naciones Unidas, es muy poco lo que queda de la naturaleza por alterar o modificar por la acción del ser humano, siendo la biodiversidad una de las bajas más significativas.
Subrayan los autores del informe que el ser humano ha impactado sobre el 75% de la superficie del planeta y el 25% de las especies conocidas están en peligro de extinción.
Ante ese panorama, la comunidad científica está buscando métodos o prácticas, que logren sanar los ecosistemas de la manera más idónea posible. La resilvestración, o renaturalización, como fórmula de recuperación de la biodiversidad y los ecosistemas, se ha ido modificando a fin de mejorar los resultados.
La palabra rewalding fue acuñada por el activista medioambiental Dave Foreman, fundador de reconocidos movimientos ecologistas como Earth First!, Wildlands Project (llamado ahora Wildlands Network) y el Rewilding Institute.
Posteriormente, los biólogos Michael Soulé y Reed Noss redefinieron el concepto y le dieron un carácter más formal. Definieron la resilvestración como un método de recuperación ecológica donde jugaba un papel fundamental la interacción de núcleos o áreas geográficas, corredores de bodiversidad y la acción de los grandes carnívoros.