Otro tanto ocurre con las personas sin hogar a las que se les ofrece vivienda de protección social. Estas personas deben enfrentar un dilema y muchos deben abandonar a sus animales si quieren tener un techo.
Según la legislación vigente, si deciden no aceptar la vivienda, por no desprenderse de sus animales de compañía, se considera que están renunciando “voluntariamente” a no tener hogar. Esto los excluye para una futura asignación de viviendas.
Especialmente para la personas sin hogar, tener una mascota significa cariño, compañía y un lazo con la vida.
En sus alegatos, el legislador Rosindell hizo referencia al trágico caso de John Chadwick. Un hombre que decidió quitarse la vida luego de que el ayuntamiento le ofreciera como única opción un alquiler donde no aceptaban mascotas. Considera el diputado que someter a una persona, o a una familia, a tener que tomar una decisión desesperada, es un sufrimiento innecesario.