Las exploraciones que se están llevando a cabo en las costas patagónicas las realizan con cañones de aire de altísima potencia, que emiten ruidos de alta intensidad. Ese sonido impacta de manera profunda en superficies de más de 300.000 kilómetros cuadrados y su fuerza se compara con las bombas lanzadas en Hiroshima o Nagasaki.
Desde hace ya un tiempo, científicos de distintos países han hecho estudios de cómo estos cañones acústicos impactan sobre la fauna marina. Han venido advirtiendo que estas exploraciones han ocasionado la muerte de 138.000 delfines y ballenas. Incluso, algunas especies de ballena en peligro de extinción como las ballenas francas del Atlántico Norte han sido afectadas.
Estos cañones de aire utilizados en la exploración sísmica lanzan disparos que están catalogados como el segundo mayor responsable de los ruidos submarinos causados por los humanos. Solo son superados por las pruebas nucleares y los ejercicios militares. Toda la fauna marina se ve afectada, de manera especial los mamíferos como las ballenas y los delfines.
La exploración acústica reúne todas las características para ser catalogada como uno de los contaminantes marinos más letales. Sus efectos sobre los mamíferos marinos incluyen modificación del comportamiento, disminución de la búsqueda de alimento y el desplazamiento de hábitats, entre otros.
En el caso de los peces, estas bombas acústicas ocasionan disminución en la viabilidad y crecimiento de los huevos, lo que disminuye las capturas. Se conoce que en las ballenas, delfines y orcas, que utilizan ecolocalización, el ruido de los cañones de aire causado por estos bombardeos acústicos puede ocasionar pérdida de la audición, lesiones masivas e incluso la muerte por encallamientos o varamientos.