Esta estadística, que se lleva de manera escrupulosa desde 1958, es el legado que Charles Keeling dejó a la humanidad luego de una fructífera y tesonera labor en el campo de la ciencia, llevada a cabo muchas veces en contra de no pocos retos y desafíos.
En la actualidad las mediciones se siguen haciendo y es el hijo de Keeling, Ralph Keeling, quien se encuentra al frente de esa tarea. El trabajo de registrar el comportamiento de las emisiones de CO2 se hace en una base que se encuentra ubicada en el volcán Mauna Loa en Hawái.
Cuando la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) emite su conocido boletín sobre la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, se toman y se analizan muestras de aire de 100 observatorios alrededor del mundo que se encuentran conectados.
De toda esa vasta red, la estación del volcán Mauna Loa es la más antigua y la que tiene mediciones más prolongadas. Gracias al esfuerzo de Keeling, esa estación se convirtió en una referencia en el estudio del cambio climático. En la copa de ese volcán se puedo conocer el origen antropogénico del calentamiento global.
Decía el mismo Keeling que el Mauna Loa era el sitio ideal para el estudio de la contaminación de la atmósfera. Afirmaba que la estación se encuentra en medio de un inconmensurable océano, a una altura de 3.000 metros sobre el nivel del mar y alejada de fuentes de contaminación ambiental que pudieran interferir con las mediciones. “Si tuvieras que elegir un sitio para representar a todo el planeta, ese lugar era la mejor opción”, decía convencido.