Una mezcla de crisis personal, amor apasionado por la naturaleza, la literatura de aventura y una crianza marcada por los viajes de un padre marinero, se confabularon para que Ignacio Dean Mouliaá decidiera, un día del año 2013, salir del kilómetro 0 de Madrid para regresar al mismo punto tres años más tarde, luego de haber recorrido 33 mil kilómetros y 31 países.
Tres años -se dice pronto- de un andar que llamó la atención de la opinión pública mundial. Porque pareciera que sacudir conciencias en temas de ambiente es cuestión de actuar al límite de lo imposible, de performances muy dramáticos. Luego, en 2019, completó la Expedición Nemo, iniciada en 2018. Este desafío consistió en cruzar a nado las más importantes masas de agua para unir, de manera simbólica, los cinco continentes y dar un mensaje sobre la necesidad de conservar los océanos.
Ambas aventuras le valieron a Nacho Dean para ser reconocido como uno de los ambientalistas, conservacionistas y divulgadores más apreciados por su extrema entrega a la preservación del medioambiente y la divulgación.
Dice en muchas de sus comparecencias ante los medios que su sueño infantil de aventuras se ha convertido en una necesidad de alzar la voz ante el cambio climático y la pérdida de los ecosistemas.
Este malagueño, de 1980, desde muy temprana edad se vinculó de manera estrecha con la naturaleza. Darle el pecho desnudo a la inmensidad del aire libre, de los mares, ríos, montañas y bosques, con las estrellas como único techo, despertó en el pequeño Ignacio una pasión que lo llevaría a emprender un recorrido capaz despertar la conciencia colectiva sobre la preservación del planeta.
Una aventura en solitario y sin asistencia. Dice que no muchos están dispuestos a enfrentar una travesía que depara tanta incertidumbre y comporta tantos riesgos. Pero la inquietud de Dean palpitaba a lo profundo y él debía atender ese llamado. Para algunos darle sentido a la vida consiste en poner a prueba lo que se ha aprendido y lo que se debe desaprender.