El tráfico ilegal de especies además le añade complejidad al asunto. Esta actividad supone un riesgo para la salud de las personas que se internan cada vez más a lo profundo de los hábitats exclusivos de los animales salvajes. Ahí entran en contacto con virus, bacterias y parásitos que no forman parte de los hábitats humanos.
Según datos aportados por la organización ambientalista Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el tráfico de especies exóticas es un negocio que representa 15.000 millones de dólares anuales, por detrás del tráfico de drogas y armas.
Frente a las voces que claman por la clausura y prohibición del mercadeo de especies exóticas en lonjas, están quienes consideran que esa acción haría proliferar el mercado ilegal de especies mucho más críptico y difícil de controlar. Hay una demanda real de estas mercancías y mientras exista habrá quien la satisfaga.
Desde los entes gubernamentales chinos se regulan estos expendios, así como la cría y tenencia de ciertas especies salvajes, como los pangolines, que tienen prohibición de tráfico y comercialización. No obstante, la Administración Nacional Forestal y de Pastizales de China permite la crianza de 54 animales, aves, reptiles e insectos, entre ellos ratas almizcleras, ardillas listadas, avestruces, emús y ciempiés.