El fuego alrededor de la antigua central de Chernóbil es un fenómeno que se presenta de manera estacional. No obstante, este año los incendios han sido especialmente cruentos como consecuencia de un invierno y primavera muy suaves que dejaron los bosques secos. Cuando ya se creía que la zona empezaba un proceso de recuperación de sus ecosistemas ocurren estos fuegos, que ya han sido catalogados dentro de los peores en mucho tiempo.
Los incendios de este año han consumido más de 11.000 hectáreas de bosques con un costo económico y medioambiental difícil de cuantificar. Según datos aportados por Greenpeace, el 22% de la zona de exclusión ha sido devorada por las llamas. La misma organización asegura que estos son los incendios más graves ocurridos en mucho tiempo, debido en parte la fuerte sequía y a un clima especialmente caluroso y muy ventoso. No se descarta que la quema de rastrojos y la imprudencia de algunos visitantes estén también relacionados con los incendios.
El bosque que rodea la zona de exclusión de Chernóbil ha sido denominado por algunos conocedores del tema como el “Amazonas de Europa”. La biodiversidad que habita la zona aprovechó la ausencia del ser humano para conformar un ecosistema único en el planeta. Desde varias organizaciones ambientalistas se ha hecho saber la gran pérdida biológica que estos incendios suponen.
El trabajo de los satélites de observación en estos incendios también ha sido clave. Cuando se iniciaron los incendios el 4 de abril, el Servicio de Mapeo de Emergencia Copernicus fue activado para monitorear el curso de la actividad de la quema. El Sentinel-2 del programa europeo de observación de la Tierra arrojó imágenes de los incendios, el humo y la tierra quemada. Esto les permite a las autoridades trazar las estrategias en el combate contra el fuego.