Desde hace al menos una década, los medios de comunicación recogen, de manera descarnada y muy gráfica, lo que ocurre en el interior de recintos dedicados a la cría de visones americanos. Criaturas que nada más nacer son hacinadas en minúsculas jaulas, luego son asfixiados con gas, y una vez muertos, se les arranca la piel.
Pero el horror de la industria de los visones no se limita solo al maltrato animal. Las granjas además de centros de tortura, son focos de infección de Covid-19, tal como se denunció en abril del 2020 en Holanda. El virus ya se ha extendido a otras granjas de Europa y los científicos no descartan que en estas granjas se produzcan mutaciones más letales del virus.
Se desconoce el número exacto de animales sacrificados cada año, pero algunas estimaciones ubican ese número entre 40 y 60 millones de animales en todo el mundo. De esa cifra, la mayoría se cría en granjas industriales de pieles, donde diversas organizaciones sensibilizadas han documentado un catálogo de prácticas absolutamente dantescas.