En las frías dinámicas sociales que se dan en las ciudades, marcadas con concreto, asfalto y hormigón, una rica y variada biodiversidad convive con los urbanitas y le brindan importantes servicios ecosistémicos. Si bien se ha acuñado el concepto de biodiversidad urbana, algunos especialistas prefieren no hacer tal distinción: la biodiversidad es una sola.
Debido a que el crecimiento urbano es una realidad ineludible, muchos de los grandes desafíos que se le plantean a la humanidad, entre ellos el cambio climático, el agotamiento de los recursos, y el uso de energías alternativas deben ser resueltos desde las ciudades.
Preservar la existencia de la biodiversidad equivale a preservar la vida de las ciudades. Las grandes o pequeñas extensiones de vegetación dentro de las ciudades constituyen el hábitat de especies de primordial importancia para el funcionamiento de los núcleos urbanos.
Aunque la construcción y el crecimiento de las ciudades han contribuido a la merma de la biodiversidad, de manera terca, en las proximidades a los asentamientos urbanos, resisten variadas especies que lograron adaptarse a las nuevas condiciones.
Aves, reptiles, mamíferos que se observan en entornos urbanos son siempre una buena señal. Sobre todo la presencia de especies de aves insectívoras, pues es un indicativo de que no hay insecticidas en el ambiente.
El impacto que tiene la construcción y el desarrollo de las ciudades sobre la diversidad no es para subestimar. Levantar un edificio donde antes había plantas repercutirá en el bienestar de quienes habitarán ese edificio. Entonces es ahí donde se abre la posibilidad de cuestionar el paradigma de desarrollo que relaciona el concreto y el hormigón con el progreso y la civilización.