Superar el actual modelo de producción y consumo alimentario, basado en la idea de que los alimentos son una mercancía, que explota los recursos de la tierra de manera indiscriminada y empobrece a los productores de alimentos, es el principal objetivo de la Soberanía Alimentaria.
El patrón que predomina en la actualidad para producir y consumir alimentos, es uno que hasta ahora privilegia las ganancias de los intermediarios por encima de los productores. También considera que los alimentos son una mercancía y no un derecho humano, contamina los ecosistemas con prácticas como los monocultivos, el uso de agrotóxicos y extensas cadenas de distribución. Prácticas estas que a largo plazo provocarán más escasez e inseguridad alimentaria de la que ya existe.
Este concepto de Soberanía Alimentaria nace en el seno de varias organizaciones y colectivos sociales, entre ellos La Vía Campesina (LVC) quienes elevaron la propuesta a la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y que recoge una serie de postulados orientados a darle un sentido distinto a la producción, comercialización y consumos de alimentos.
Tener Soberanía Alimentaria implica que los pueblos, sus ciudadanos, puedan tener el poder de decidir, tener en sus manos la posibilidad de asumir cómo alimentarse y con qué productos. Significa tener el poder de privilegiar los alimentos que se producen de manera local, respetando el hábitat y las costumbres locales y donde productores y consumidores establezcan un vínculo más social y corresponsable, más allá de la relación puramente mercantil.
En el año 2007, en el marco del Foro para la Soberanía Alimentaria celebrado en Mali, se da a conocer un documento contentivo de la Declaración de Nyeleni, bautizado así en honor a una campesina maliana que logró asegurar la alimentación para su pueblo mediante prácticas sostenibles. En ese documento fundamental queda acuñado el término Soberanía Alimentaria y en él se recogen los postulados más importantes sobre dicho concepto.