En términos de la ecología, la resiliencia medioambiental o ecológica está referida a la capacidad que poseen los ecosistemas para enfrentar y acomodarse a factores perturbadores y mantener sus funciones pese a las alteraciones. Podría decirse que la evolución de la Tierra, su historia, está marcada por la resiliencia y la adaptación ante grandes procesos de cambios.
La vida misma depende de la resiliencia, de la adaptación a nuevos escenarios. Los procesos de cambios son una constante y nada puede permanecer estático e imperturbable. Tanto el ser humano como otros sistemas naturales, sociológicos, culturales, económicos, de manera constante son sometidos a perturbaciones que ponen a prueba sus capacidades.
La resiliencia ambiental también se mide en la cantidad de tiempo que le toma a los ecosistemas regresar a las condiciones de funcionamiento, procesos y servicios que poseía antes de la entrada en acción de las circunstancias perturbadoras.
Un ecosistema tendrá más capacidad de resiliencia ante los cambios medioambientales en la misma medida en que cuente con dos factores que resultan claves: biodiversidad y redundancia funcional, entendiendo este último concepto como la capacidad que tienen algunas especies dentro del ecosistema de asumir las funciones de otras.
Otra característica de la resiliencia tiene que ver con la forma de responder ante los eventos que se presenten. Hay investigaciones que establecen que el sistema sometido a perturbaciones puede reaccionar de dos formas: