Los que sobrevivieron, 15.000 familias, perdieron sus casas, sus historias, su modo de vida y los ecosistemas que eran su sustento económico.
En su recorrido, el tsunami de barro afectó los ecosistemas y la biodiversidad de 39 municipios del estado de Minas Gerais y del estado vecino de Espírito Santo.
El lodo tóxico, de alto contenido de metales pesados, contaminó los 800 kilómetros de los ríos Doçe y sus afluentes, el Gualaçu del Norte y el Carmo hasta su desembocadura en el océano Atlántico. Los ríos que resultaron contaminados abastecen de agua a los estados afectados.
La represa Fundão, ubicada en la ciudad de Mariana, subdistrito de Bento Rodrigues en el estado de Minas Gerais, Brasil, almacenaba los desechos de las minas de hierro que regentaba la empresa Samarco.
Las ruinas del pueblo de Bento todavía hablan de la devastación. En las pocas paredes en pie se miran las marcas de los 15 metros de altura que alcanzó el barro.
Samarco, la empresa que regentaba la represa, aún no aclara cómo fue que ocurrió la rotura que cambió la historia de la explotación minera en Brasil.