La medida de aislamiento social, conocido también como cuarentena, es una de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para frenar el contagio del coronavirus. Cumplir con esta sugerencia implica cesar muchas actividades, incluyendo las económicas.
El confinamiento obliga a cerrar fronteras, al cierre de la actividad fabril, a la prohibición de vuelos comerciales, al cierre de comercios, paralización de transporte público, en fin, un toque de queda al ritmo habitual del planeta.
A poco de ser impuesto el alto, los efectos se hicieron presentes, incluso mensurables. Satélites de varios entes dedicados a la investigación anunciaron que los niveles de contaminación atmosférica en China, y específicamente en Wuhan, epicentro inicial de la pandemia, habían disminuido notablemente.
Desde distintos sitios en redes sociales y en la web se mostraron imágenes obtenidas de satélites, donde se puede apreciar de manera clara la disminución de gases como el dióxido de nitrógeno (NO2), un gas muy volátil, asociado de manera directa con la combustión de motores y la actividad industrial.