Estos ecosistemas, cuando están en equilibrio, capturan y retienen el carbono de la atmosfera. Aunque no sea posible mantener en el tiempo, de manera indefinida, este secuestro de CO2, es una buena solución para reducir el impacto de las emisiones pero de ninguna manera es la panacea.
El paradigma de desarrollo dominante ha acabado con buena parte de los recursos del planeta y ha puesto en jaque la capacidad de la Tierra de mantener la vida sobre ella. El modelo de consumo, alejado del consumo ético y sostenible, no solo ha acabado con importantes ecosistemas y biodiversidad, sino que ha sido incapaz de proveer de alimentos a todos de manera segura.
La relación entre dieta y cambio climático está ahí, en los suelos degradados, en los bosques arrasados, en el hambre de un sector de la población y en el sobrepeso y la obesidad del otro. No se trata de imponer una dieta única, pero sí ser más conscientes de que nuestros hábitos tienen un impacto sobre el medioambiente.