En un mundo desigual, globalizado y cohesionado alrededor de la idea del desarrollismo capitalista, donde se han roto todos los límites éticos, políticos y geográficos para explotar recursos naturales, ser mujer es una condición muy vulnerable y hasta mortal porque son las mujeres las que llevan la mayor parte del pesado fardo de las desigualdades.
Las mujeres de los países menos favorecidos del sistema, las que reciben los embates más cruentos del cambio climático, deben enfrentarse al hambre, a las enfermedades y a la violencia política y social. Y lo hacen desde la sensibilidad y el amor por la familia, la comunidad y por la naturaleza que les provee los recursos para la subsistencia en el planeta.
Cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, debería ser una fecha propicia para recordar y honrar la labor de las mujeres que, desde sus comunidades, luchan con sus cuerpos y sus convicciones por preservar el medioambiente y los recursos naturales, porque se reconocen en cada ser vivo que les brinda sus servicios para la supervivencia.
Desde distintos puntos de Latinoamérica se elevan las voces de mujeres movilizadas en favor del ambiente, que se enfrentan a diario, a costa de sus vidas muchas veces, a intereses económicos y políticos que no dudan en recurrir a la violencia con tal de seguir explotando los recursos naturales y expoliando territorios. Veamos.