El consumo de energía también debe ser contabilizado como contaminante de la industria láctea. Según algunos estudios llevados a cabo en Europa, la elaboración de productos lácteos como el queso, el yogurt o la mantequilla, supone la producción de 140 millones de toneladas de leche cruda al año.
Para lograr ese volumen de producción se hace un importante gasto de energía proveniente de combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón, para esterilizar equipos, iluminación de instalaciones, calentamiento y enfriamiento, transporte y otros procesos conexos.
La contaminación causada por la industria de la producción de lácteos tiene impactos sobre varios niveles del medio ambiente, desde el suelo, el aire, el agua hasta la biodiversidad. Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en la producción de 7.000 litros de leche, una sola vaca podría llegar a emitir anualmente 140 kilos de metano, lo que equivale el recorrido de 8.000 kilómetros de un automóvil durante el mismo tiempo.
El metano que se deriva del proceso digestivo de la vaca, y el estiércol que produce, es el impacto más significativo pero no es el único.
El agua es otro recurso que se ve seriamente afectado por la industria de los lácteos. Producir y procesar la leche y sus derivados exige una demanda voluminosa de recursos hídricos. A su vez, los desechos derivados de dicho proceso, altos en materia orgánica, contaminan esas mismas fuentes de agua.
Pero como hemos dicho, la contaminación de la industria láctea se observa y es medible en varios niveles del medio ambiente. A continuación, veamos cómo afecta la producción de leche y sus derivados al medio ambiente, los ecosistemas y los recursos no renovables.