Esta palabra, hacker, tiene dos acepciones. Ser un hacker, aquel que lleva a cabo la acción de hackear, puede ser algo negativo o bien una acción ética cargada de nobleza y virtud. En el caso del cambio climático la acción de manipular, de hackear, un sistema para que redunde en beneficios medioambientales se conoce desde hace un tiempo como geoingeniería.
La geoingeniería durante mucho tiempo ha sido considerada un tema tabú dentro de ciertos círculos científicos, hoy en día luce como una promisoria medida en favor de revertir o ralentizar el cambio climático. A pesar del peligro que corre el sostenimiento de la vida en el planeta, son pocos los avances obtenidos en ese sentido.
Alegan quienes se oponen al hackeo climático, que estas acciones pueden acarrear consecuencias irreversibles en la naturaleza, que podrían agravar el problema que se intenta remediar. Incluso algunos de sus detractores aseguran que esos métodos podrían desencadenar conflictos bélicos.
Alan Robock, profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Rutgers se muestra especialmente preocupado por las consecuencias geopolíticas que pudiera tener un experimento de geoingeniería en las manos equivocadas.
Por su parte, un estudio publicado en la prestigiosa revista digital Nature Climate Change, aboga por diseñar un escenario donde pequeñas intervenciones de geoingeniería puedan ayudar a disminuir los termómetros en el planeta.
Agregan los investigadores que las perturbaciones que sin duda se generarán en el clima, serán insignificantes si se les compara con los estragos que ya está causando el cambio climático y que se traducen en cruentas sequías y peligrosos aumentos en el nivel de los mares.