El lucrativo comercio, disfrazado de entretenimiento “para toda la familia”, reportó ganancias por el orden de 1.1 a 5.5 mil millones de dólares en el año 2019.
Los parques que venden boletos, los hoteles y agencias de viajes que ofrecen paquetes turísticos que incluyen espectáculos con delfines, circos y hasta supuestos centros de rehabilitación física para niños y adultos, hacen caja con el sufrimiento de los delfines.
De 1930 data el primer recinto dedicado a la exhibición de espectáculos con delfines. Desde entonces ese negocio está lejos de desaparecer y en la actualidad se calcula que más de 3.000 delfines, distribuidos en unos 60 países, viven en situación de cautiverio.
Aunque las organizaciones y colectivos que se dedican a la denuncia de esta práctica, no cesan de difundir campañas de concientización entre la población, alertando sobre la crueldad que encierra el negocio de los espectáculos de delfines y otros cetáceos, las cajas registradoras siguen sonando.
Solo en China, el número de parques temáticos que tienen a los delfines como atracción, pasó de 39 en el año 2015 a 76 en el año 2019. Según cifras de World Animal Protection los países complacientes con actividades de crueldad hacia los delfines son China, México, Estados Unidos, España, Rusia, Japón y naciones insulares del Caribe.
No conformes con asentar sus fortunas sobre el sufrimiento de los delfines y otros cetáceos, las empresas intentan lavar su imagen con financiamientos a centros de rescate y rehabilitación de delfines, así como a campañas de conservación.
Lo que sí es un hecho cierto es que tan solo un ínfimo porcentaje de parques, delfinarios y zoológicos dedican parte de sus ganancias a las supuestas labores de conservación de la especie. Por otro lado, los delfines de cautiverio no son una especie en peligro de extinción, así que el discurso conservacionista es solo una fachada.