La práctica del canibalismo es un mecanismo de control de la población en un ecosistema determinado o bien como forma de selección genética puesto que los ejemplares que se sacrifican son los más débiles o los más jóvenes. Durante períodos de escasez de alimentos, el canibalismo es una forma de garantizar la supervivencia del grupo.
En el año 2019 se publicó un trabajo de investigación, avalado por las universidades de Tennessee y Oxford, determinó que algunas especies, desde aves, peces, insectos, hasta mamíferos, se comen a sus crías para evitar que la población crezca demasiado y de esta manera garantizar la supervivencia.
Aseguran los autores del estudio que si estos animales no lo hicieran, el resto de sus hermanos se quedaría sin alimentos. El canibalismo filial y el abandono de la descendencia, que es la opción menos “extrema”, son mecanismos destinados a hacer ciertos ajustes en el número de población cuando hay poca comida o para evitar la propagación de una infección.
El canibalismo o el abandono de la descendencia son enigmas de la evolución que todavía la ciencia no dilucida. Están contrapuestas a la atención parental, descrita como los comportamientos de crianza, de vigilancia, aprovisionamiento y aseo.
Sin embargo los autores del estudio ya citado elaboran la hipótesis de que cuando la supervivencia de la descendencia depende de la densidad de la población, el abandono y el canibalismo filiar pueden ser formas de cuidado parental para la prole restante.