Desde el organismo multilateral se han hecho varios exhortos a que, frente al aumento de la población y de la demanda de alimentos, se estimule el desarrollo de la acuicultura como una forma efectiva de satisfacer dicha demanda.
Si se tiene en cuanta el crecimiento del sector en los últimos 30 años y el estancamiento de la pesca de captura, no resulta difícil inferir que el crecimiento del sector pesca se deba, de manera fundamental, a la acuicultura.
Sin embargo, la acuicultura intensiva ha estado en el centro del debate entre los organismos y colectivos que la promueven y la estimulan y los que se oponen a ella de manera tajante. Estos últimos alegan que la acuicultura intensiva es una práctica que considera a los alimentos como una moneda de intercambio en los grandes mercados financieros y no como un derecho humano.
Los que se oponen al enfoque de la FAO de estímulo a la acuicultura intensiva, alegan que esta práctica está muy lejos de ser una garantía de alimentación para los más pobres, que son la mayoría. La acuicultura intensiva representa una sobre exigencia de los recursos pesqueros que ya se encuentran bastante mermados por la excesiva captura.
Por otro lado, estimular la acuicultura intensiva, como una manera de aumentar la producción de peces, no siempre se hace para llevar comida a los platos de los habitantes más pobres de los países en desarrollo sino abastecer a los países desarrollados, donde los supermercados y el consumismo estimulan la demanda.
No es un secreto que muchos acuicultores de países en desarrollo están cultivando especies de alta demanda en países desarrollados y su precio se fija en los mercados financieros, dejando de lado especies más modestas, que no son tan rentables en términos de precios internacionales pero que sin duda alimentarían a las comunidades que hacen vida cerca de las costas.
Finalmente, estas organizaciones ambientalistas y ecologistas fustigan a la FAO por incentivar una práctica que ejerce tanta presión sobre los ecosistemas, en lugar de informar a la población sobre las consecuencias de un modelo de consumo no sostenible. Plantean igualmente que la organización debe sembrar conciencia sobre la finitud de los recursos naturales y de esa manera desestimular la demanda de productos.